Existe la idea de que el Covid se ha vuelto poco más que inofensivo, asimilable a la gripe. Nadie podría negar que el virus surgido en Wuhan ya no es lo que fue, pero a la vez esa percepción optimista puede derivar en extremos inconvenientes para un mejor control de la enfermedad.
Flamantes datos disponibles, revelados por el Ministerio de Salud en el Boletín Epidemiológico de la semana 36, indican que la cantidad de internaciones por el SARS-CoV-2, durante el último mes, creció a un ritmo similar al de la curva de infectados registrados. Y confirma que la levedad de los cuadros es relativa.
La nueva tendencia se traduce en las siguientes cifras: entre el 5 de marzo y el 22 de julio (semana 10 a 29 inclusive), el promedio de infecciones totales semanales registradas era de 636. Desde el 23 de julio hasta el presente ese promedio trepó a 1.483. Una suba del 133 por ciento.
En cuanto a la cantidad de internaciones, el promedio pasó de 108 pacientes semanales hospitalizados entre la semana 21 y la 30, a 201 desde entonces a la actualidad. En este caso representa un aumento del 86 por ciento. Con una salvedad: la cifra consolidada de internados suele tener un delay natural debido al tiempo de evolución de la infección.
En cuanto a la cantidad de muertes, también es evidente el incremento: por segunda semana consecutiva se informó que hubo 16 nuevos decesos por Covid. Durante el período otoñal de bonanza se había logrado un promedio semanal bajo, al punto que hacia fines de junio, incluso, llegó a cero.
El promedio cada 7 días entre marzo y julio fue de 4 muertes, mientras que a partir de agosto y hasta la actualidad pasó a ser el doble: 8. Como en el caso de los internados, también hay que considerar que la consecuencia de la suba de contagios tiene un impacto retardado en la letalidad.
La fidelidad estadística de la proporción de internaciones y muertes amerita la salvedad del subregistro de casos, en virtud de que una mínima parte de los contagiados pasa hoy por una guardia, y un porcentaje aún menor es testeado. Pero a la vez, la magnitud del subregistro en los periodos analizados es constante y no desvirtúa el resultado.
La advertencia oficial, al cabo, es que tanto la cantidad de hospitalizaciones como la de muertes muestra una tendencia ascendente. Esto tiene su correlato en el descenso brusco que tuvieron las tasas de vacunación luego de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) decretara el 5 de mayo -hace ya más de cuatro meses- el fin de la pandemia.
El infectólogo Roberto Debbag, explicó que la amplia mayoría de las personas que hoy sufren complicaciones con el Covid y requieren de una cama en el sistema de salud padecen alguna enfermedad de base o son adultos mayores, lo que los vuelve más vulnerables al virus.
Comparar la letalidad del Covid con la de la gripe sigue siendo buen parámetro de la agresividad: en lo que va del año suman 89 muertes por gripe y 370 por Covid. Pero hubo 83.431 casos registrados de SARS-CoV-2 y 767.846, de gripe. La letalidad por influenza fue del 0,01 por ciento y la del Covid, del 0,44 por ciento: 44 veces mayor.
Así, que la curva de casos aumente no es inofensivo tanto en términos individuales como colectivos: no sólo saca de circulación a los contagiados por la cantidad de días que se extiendan los síntomas -pérdida de jornadas laborales o de clase-, sino que también implica un mayor gasto para el sistema hospitalario.
En este rompecabezas epidemiológico, las subvariantes circulantes de Ómicron no serían en principio un factor determinante en la balanza del daño. Si bien en nuestro país la vigilancia genómica del Covid se basa en una escasa cantidad de muestras, sirve para tener una aproximación.
En la familia de linajes de Ómicron se sigue verificando un predominio de XBB: desde la semana 20 hasta la 32 se detectó en 321 de las 335 muestras analizadas. El mes pasado, EG.5 fue designada por la OMS como una nueva “variante de interés” y hasta el 7 de septiembre se habían identificado 10 casos en Argentina.
Aunque algunos estudios sugieren una mayor velocidad de transmisión del virus en función de la constante renovación de subvariantes de Ómicron, la falta de mayor información precisa y sistemática en la post pandemia (no sólo en Argentina, sino a nivel global) ha hecho del escenario sanitario un terreno cada vez más resbaladizo.
Fuente: Clarín