Por Pedro Paulin /Mdz
¿Y este pelotudo, quién se cree que es? Cristina Kirchner miraba las imágenes de Martín Insaurralde y no lo creía. El socio político de su hijo Máximo comía ostras al compás de la caída libre de los votos de su espacio. Montó en cólera como ella sabe, exigió que lo saquen de cancha y ordenó que sea lo más rápido posible. Decidió, como en cada tragedia nacional, el silencio. No habló con Alberto Fernández, quien ayer volvió del Coloquio de IDEA tras una imperceptible presentación.
En el Senado se respiran aires de cambios de época, asesores comparten información y coinciden: la presidenta del cuerpo cree que las esquirlas del escándalo de Martín Insaurralde son más fuertes que cualquier beneficio social, y que el costo lo pagarán Sergio Massa y Axel Kicillof, pero esencialmente en Buenos Aires, el corazón del kirchnerismo, donde busca hacer base en caso que Nación le dé la espalda. En su entorno aseguran que al menos tres puntos son el resultado del amorío entre el lomense y Sofía Clerici, autopercibida empresaria.
Cristina Fernández de Kirchner comprobó que los daños del estilo de vida de Martín Insaurralde son importantes. Las imágenes de su vida personal difícil de describir, son la confirmación de algo que cualquiera con carencias puede suponer: lo que falta en Florencio Varela o en Lomas de Zamora, está en Marbella. El pensamiento de la vicepresidenta de Alberto Fernández es circular, necesita que Sergio Massa no lidere, pero no quiere un papelón de dimensiones históricas que deje a ella pegada a más corrupción de su espacio y perder el Conurbano, la meca de su proyecto político.
Cristina habló con Axel Kicillof apenas surgidas las imágenes del yate que mostraban a Martín Insaurralde en una situación casi cotidiana, sin sorpresas, comiendo ostras y champagne francés con un sueldo inferior a mil dólares libres. Creen en Unión por la Patria que todo fue una operación de empresarios del juego que se cansaron de advertir los riesgos de dañar su proyecto en Buenos Aires, donde Insaurralde tenía injerencia directa.
CFK sabe que lo que se rompió es la omertá que la gran parte de la clase dirigente sostiene de forma transversal hace muchos años. Las tímidas críticas de determinados políticos sirven para concluir la lista de los que llevan a cabo acciones similares sin ponerse colorados, no hay político que no sepa de las tardes de Martín Insaurralde tomando champagne en el exclusivo restaurante Gardinner. ¿A nadie nunca le llamó la atención?
La viuda de Néstor Kirchner cree que la guerra está perdida, no hay épica, no hay escenario futuro de prosperidad y entra entonces a correr riesgos Buenos Aires, donde se pensaba infalible. La promiscua corrupción de Insaurralde exhibe entonces una forma de hacer dinero sin explicación en lugares pobres, es decir, atenta directamente sobre su base votante. El escándalo va a crecer y no será el único antes de votar.
Kirchner enfureció al ver los videos, lo habló con Oscar Parrilli, su hombre de confianza. La imagen fue un calco de lo peor de la política de los años noventa, cuando ambos militaron las huestes de Carlos Menem. Creen entonces que el daño está hecho, y el obvio collateral damage es la próxima elección, no hay tiempo para explicar lo inexplicable.
Cristina Kirchner habló con Sergio Massa antes de que éste firme el epitafio de Insaurralde al salir del debate presidencial, donde le dijo a un periodista que el dirigente lomense tenía que renunciar a su candidatura como concejal en Lomas, en ese enroque que había dispuesto con Federico Otermin, su delfín en la Cámara bonaerense de Diputados. Son días de estrés absoluto y tensión constante para Otermin, que es la siguiente ficha de dominó dentro del mundo Insaurralde.
Nadie cree en su fuero íntimo que Massa será presidente, y tampoco lo milita con fervor Cristina Kirchner, quien sostiene intacto su sentimiento y desconfianza por sobre el tigrense. Ahora es parte del trabajo de la vicepresidenta sostener el vínculo tras la caída de Insaurralde con su hijo, con quien comparte el poder sobre distintas cajas estatales.
Fuente: Mdzol