El novedoso uso de sonidos para recuperar los mares. La riqueza marina, una esperanza para la humanidad.

“Bajo el mar hay siempre ritmo. La manta-raya tocará, el esturión se unirá. Siempre hay ritmo, ritmo marino bajo el mar”. Eso cantaba Sebastián a la Sirenita con su tono de galán de culebrón latino. Pero, esa parte de la ficción parece tener algo de realidad. Por eso, la ciencia cree que el océano tiene su propia banda sonora, su propio tono, compás y cadencia, una —han constatado los científicos— que sienta especialmente bien a la diversidad marina. De hecho, según informa el medio Xataka, hay científicos que reproduciendo sonidos han restaurado parte de los ecosistemas marinos.

El sonido generado por los ecosistemas saludables y diversos contribuye a una mayor riqueza. Biólogos de las universidades de Bristol y Adelaide han comprobado cómo la reproducción de grabaciones con audios de ecosistemas sanos ha favorecido la proliferación de peces, duplicando la abundancia y aumentando un 50% la variedad de especies. Es más, gracias a esa herramienta, el uso de altavoces y el “enriquecimiento acústico”, han favorecido incluso la regeneración de arrecifes de coral.

Una «banda sonora» que aumenta la riqueza marina

En 2019, la revista Nature mostraba la experiencia de un grupo de investigadores de la Universidad de Bristol y sus resultados con arrecifes de la isla de Lizard, en Australia, que habían sido dañados entre 2014 y 2015 por efecto de los ciclones.

Ya en 2017, el grupo reconstruyó arrecifes en miniatura e instaló altavoces que reproducían el sonido generado por ecosistemas sanos. ¿Resultado? Atrajeron al doble de peces jóvenes. “El mundo acústico bajo el agua es fundamental para la supervivencia de la mayoría de los animales”, explicaba hace poco uno de sus investigadores, Stephen Simpson, a Smithsonian Magazine. No han sido los únicos en explorar el campo.

Cómo «engañar» al océano y a los ecosistemas marinos

En la Universidad de Adelaide (Australia), también han probado el efecto del sonido para restaurar ecosistemas tanto en el océano como en medios terrestres. En línea con sus colegas de Bristol, constataron que el sonido ayuda por ejemplo a las crías de peces a localizar y asentarse en arrecifes de coral. Uno de los experimentos en laboratorio demostró que los arrecifes con sonidos asociados a ecosistemas ricos y saludables multiplicaban sus posibilidades de acabar convertidos en “hogar” de ostras. Simpson, explica Smithsonian Magazine, continúa sus estudios en el Caribe.

Los arrecifes degradados “suenan y huelen” de forma menos atractiva para los peces en etapas de asentamiento que otros saludables. Esa es la clave como lo demostró el estudio publicado por Nature en 2019. “Las señales acústicas son particularmente adecuadas para la restauración artificial, debido a su uso por una amplia gama de peces en etapa de asentamiento y su facilidad de manipulación”, concluía. Su experiencia de 40 días en la Gran Barrera de Coral del norte de Australia en 2017 es clara y está en sintonía con aquella canción de Sebastián: a mejor banda sonora; más riqueza y mayor presencia de herbívoros, omnívoros, planctívoros y piscívoros.

Predicciones y celebraciones

Cuando hace una década se decía que, el cambio climático suponía una amenaza tan grave como el armamento nuclear, muchos observaban esas expresiones con escepticismo. Aún, cuando destacados miembros de la comunidad científica expresaron que pensaban igual se seguía dudando. Eso ocurrió con lo que dijeron dos eminentes hombres de ciencia como son, Stephen Hawking, profesor emérito de la Universidad de Cambridge, y de sir Martin Rees, decano del Trinity College de la misma universidad. Ellos estimaron que, el uso irresponsable de la tecnología y el impacto del ser humano en el medioambiente pueden cambiar de forma irreversible la vida en el planeta e incluso poner fin a nuestra civilización.

Lo cierto es que hoy, nos encontramos en una situación semejante a lo que describieron. Y bien podemos celebrar que haya descubrimientos que busquen desacelerar el daño que el ser humano mismo le ha asestado a su propia nave de viaje por el universo: la tierra.

No nos quedan dudas de que hay mucho que aprender de los ecosistemas naturales que han precedido a la vida humana. Y, además, todo esto nos hace pensar en cuanta sabiduría escondida hay en todo un planeta que, en silencio, habla.