En el año 2007 el Poder Ejecutivo Nacional reglamentaba a través de un Decreto la Ley de Biocombustibles considerando:
“Que la Ley Nº 26.093 aprobó el Régimen de Promoción para la Producción y Uso Sustentables de Biocombustibles en el territorio de la REPÚBLICA ARGENTINA.
Que la, diversificación de la oferta de combustibles constituye uno de los ejes de la política nacional en materia de combustibles.
Que la incorporación de Biocombustibles a la matriz energética nacional tiene sustento en la necesidad de promover el uso de combustibles que comprometan en la menor medida posible el medio ambiente, en el marco de una política consistente con la aspiración plasmada en el Artículo 41 de la CONSTITUCIÓN NACIONAL.
Que la promoción de Biocombustibles constituye una política adecuada para enfrentar los desafíos de abastecimiento que tiene el país en el marco de una economía en crecimiento”.
Hoy, 15 años después nos encontramos rediscutiendo esta “Política de Estado”, poniendo incertidumbre sobre su continuidad o la forma de su continuidad, cuando debería estar claro que las “Políticas de Estado” deberían basarse en la previsibilidad, la continuidad, porque han implicado muchos reacomodamientos y expectativas, muchas y muy importantes inversiones y porque además el Ambiente, motivo central de esta Ley, requiere una mirada de largo plazo. Porque será difícil que nuestros objetivos de sustentabilidad, el cumplimiento de nuestras “responsabilidades comunes pero diferenciadas” a la hora de reducir nuestras emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) generadoras del Cambio Climático, estén sometidos a los vaivenes de nuestras políticas cíclicas cortoplacistas.
El necesario crecimiento económico de nuestro país, basado en buena parte en la necesidad de un balance entre exportaciones e importaciones, requiere de exportar más y mejor al mundo, y ello hoy implica hacerlo en un contexto de sustentabilidad ambiental, del que los biocombustibles son una parte relevante por varios motivos;
- Porque reducen en un 10/12% nuestras emisiones provenientes de combustibles fósiles, reduciendo en esa medida nuestra “huella de carbono” nacional;
- Porque agrega valor a nuestras “commodities”, generando más empleo, ahorro de divisas, reduciendo nuestro índice de pobreza, altísimo por cierto;
- Porque moviliza nuestras economías regionales, particularmente las asociadas a la producción de caña de azúcar, de granos y además generando subproductos para la actividad ganadera. Todas actividades fundamentales para impulsar el crecimiento de nuestro “Norte Grande”;
- Porque fomenta la protección de bienes y servicios ambientales claves al mantener actividades productivas que han asumido un rol importante de preservación de la naturaleza, en el marco de “paisajes productivos protegidos”, una estrategia para vincular positivamente producción y ambiente, protegiendo en forma directa bienes y servicios ecosistémicos;
- Porque agregando valor se hacen viables producciones vitales para asegurar la conservación de nuestros suelos, fomentando la alternancia de cultivos, especialmente la rotación soja-maíz, en regiones alejadas de los puertos y centros de consumo masivo;
- Porque refuerza el cumplimiento del Artículo 41 de la Constitución Nacional que justamente se refiere al derecho de todos los ciudadanos de disfrutar de un ambiente sano.
El Norte Grande, este espacio geográfico que ha sido objeto de atención reciente por parte del Poder Ejecutivo Nacional, es la región de mayor diversidad productiva del país, pero también es la región de mayor biodiversidad de especies de plantas y animales, como así también a escala de paisajes naturales. Es también la región más postergada del país donde todos los indicadores sociales dan muy por debajo de la media nacional. Es también la región donde se está expandiendo la frontera agropecuaria, concentrando más del 90% de dicha expansión.
El Norte Grande necesita de políticas de Estado, de previsibilidad, de planificación territorial, de agregado de valor a sus producciones y de compromisos ambientales crecientes, todos requisitos para asegurar la sustentabilidad de nuestros productos que pretendemos que sigan siendo bien recibidos en el Mundo.
Los biocombustibles por sí sólo no son la solución a nuestros problemas ambientales, pero son una pieza muy importante para confiar en nosotros mismos y en promover un cambio necesario en eso de pensar el largo plazo. Sin planificar el futuro, sin previsibilidad, sin crecimiento del interior del país, no alcanzaremos nunca las metas del desarrollo sustentable, que vinculan lo productivo con lo ambiental en un contexto de inclusión y mejora social.